jueves, 29 de enero de 2009

Porque hacemos las cosas fáciles difíciles?


Al igual que han hecho ya mis amigos voy a tratar de describir como fue ese regreso de casa a Rumania por mi parte y cuales fueron las infinitas locuras que ha uno le hicieron vivir. Lo cierto es que uno ya se va acostumbrando a ello y al ir a montarse en un avión ya sabe de antemano que puede llegar a su destino sin maletas facturadas, sin equipaje de mano, que lleguen las maletas pero no llegues él o como fue mi caso que uno no llegue al destino al que había reservado.

Todo comenzó una tormentosa tarde de invierno. Hacía frío, yo estaba en mi casa y por la ventana se veían caer los árboles desquebrajados mientras el viento los azotaba sin piedad haciéndolos crujir cuales puertas chirriosas. Las persianas se tambaleaban, los cristales silbaban sonidos aterradores, y allí, ante el ordenador del despacho, yo trataba de reservar el vuelo de vuelta con bastante poco ánimo.
Bueno pues, la cosa no pintaba tan mal (evidentemente, solo pretendía crear un poco de ambiente) pero yo no se si es que el viento se llevo algunos de los datos que yo transmití o es que influyó el hecho de que la corriente eléctrica se fuese tropecientas mil veces y me reiniciase el ordenador a cada vez pero desde ese momento el vuelo estuvo gafado.

Una vez uno ha hecho la reserva de un vuelo por Internet, lo que no espera es que las compañías aéreas se dediquen a modificar ese vuelo. Justo dos días antes de mi partida recibo un e-mail:

“Estimado Juan, su vuelo ha sido modificado. Ahora ya no va usted donde pretendía ir, ahora usted marcha a otro aeropuerto. Pinché aquí para demostrar que se ha enterado. Si no pincha la compañía dará por hecho que también se ha enterado”

-Que??? –dijo Juan-. ¿Por qué me han cambiado el aeropuerto?

Sin entender mucho y bastante desconcertado Juan pinchó donde ponía “aquí” y enseguida se puso a redactar un e-mail a la universidad de Rumania para que se informasen de lo ocurrido. La universidad de Rumania le había prometido a Juan un chofer desde el aeropuerto hasta la ciudad de Targoviste, y era imprescindible que no enviasen a nadie al primer aeropuerto puesto que Juan no llegaría nunca a tal lugar. Aunque hubo complicaciones con este e-mail dejémoslo en que la universidad se dio por enterada y modificó la ruta del chofer.

Pasó Juan su último día en casa sin complicaciones, se hizo bien la maleta, se olvidó que había quedado a comer con una amiga y el día que tocaba a la hora que tocaba marchó directo al aeropuerto. Mi padre conduciendo, mi hermana pequeña estudiando en voz alta su examen sobre los bizantinos y su periodo histórico desde el 395 hasta el 1453 (se me quedó más que grabado en la mente). Yo por el contrario iba en silencio metalizándome poco a poco de mi regreso y escuchando los reproches de mi padre a mi hermana con los que le aseguraba que no le iba a aprobar si le ponía eso en el examen.

-Buenas noches, son Juan –dijo este presentando su DNI en la ventanilla de la compañía.
-Buenas noches –le dijo la aeromoza de tierra cogiéndole el documento de identidad. Luego tecleó no se que en su ordenador, pinchó con el ratón en mil sitios mas, hizo aparecer las típicas pegatinas alargadas y las colocó en todos los bultos que iba a meter al avión –¿Supongo que estará usted informado de los cambios de aeropuerto?-. Preguntó amablemente –No ha habido ningún cambio en el aeropuerto finalmente. Definitivamente usted si que vuela al primer aeropuerto que reservó.

-COMO??? –gritó Juan alarmado- ¿Que si que vuelo al destino que reservé?

Desconcertado, alarmado, con miedo de no saber que hacer, Juan se puso a darle mil vueltas a la cabeza. No iba a haber nadie en el aeropuerto al que definitivamente iba a aterrizar. Era ya tarde (las nueve de la noche) y el móvil con tarjeta rumana que llevaba en el bolsillo no funcionaba en España por lo que no podía llamar a nadie. Mi padre me ofreció su móvil pero… ¿a quien llamo a estas horas si encima en Rumania ya son las diez? ¿A la universidad? ¿A la oficina internacional de la Uni? Porque… Espera… A pesar de lo mal que pintaba la situación a Juan se le ocurrió una idea.

Sacó su móvil rumano con cero rayas de cobertura, apretó los botones necesarios para que se viese la agenda de contactos y se puso a pasarlos uno a uno.

Alex Blau
Alina Camin
Ana Maria
Andrei
Bibi
Cabedo
Campos
Canario
Chema
...

…y finalmente “Chofer Rumania”

Si de verdad sigues leyendo esta inmensa parrafada que no puedo dejar de escribir te explicaré que la universidad rumana en la que estoy matriculado tiene 5 chóferes a su disposición, que son los que mandan a recoger a la gente que lo necesita. Yo solo disponía del número de teléfono de uno de ellos. Tenía un quinto de probabilidades de que el contacto que ahora se iluminaba en la pantalla de mi teléfono fuese justo el encargado de venir a recogerme aquella noche. Si no era su número lo habría molestado sin sentido, o a lo peor lo había pillado en mal momento o lo había despertado. Aun así había que intentarlo. Cual fue mi alegría al llamar desde el móvil de mi padre al Chofer de Rumania y escuchar que sí que era él el encargado de venir a recogerme esta noche. Con toda la tensión acumulada le informé contento del nuevo cambio de planes y finalmente pude descansar.

Para no aburrirte iré algo mas rápido, aunque solo puedo decirte que la cosa no ha hecho más que empezar. Me despido de papá, me despido de la hermana y sus bizantinos, paso el infernal control de seguridad y me pierdo entre las tiendas duty free. Nos llaman a embarcar. Hago la cola para entrar en el avión. Nos llevan en autobusito. Subo al avión y me siento en mi asiento. El avión comienza a moverse por las pistas.

-Señores y señoras nos informan que ha habido malos entendidos con el aeropuerto de llegada –pronunció la azafata en su correctísimo rumano para todos los viajantes- pero que sepan que finalmente volamos a Otopeni (Explicación: Otopeni, el aeropuerto que yo no había reservado, al que habían cambiado con el e-mail dos días antes, el que no me había dicho la azafata de tierra al entregarle mi DNI y al que no iba a ir mi súper chofer puesto que le había llamado veinte minutos antes para decirle que se fuese al otro.

-NNNNNOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

Yo ya me quería morir. Después de todo lo que se ha de hacer para entrar en el avión uno se encuentra cansado, pero si encima le añades todas estas historias uno ya no sabe como suicidarse. Pero bueno, no pasa nada. Juan no te pongas nervioso. Mira al hombre que tienes a tu lado. Parece majo. Sabrá español? Y fíjate, tiene un móvil. Un móvil chulísimo, con cámara de fotos y todo. Lo ha sacado porque lo va a apagar para el despegue, pero…

-Perdone buen hombre. ¿Usted no me dejaría su móvil para llamar a mi padre que debe estar de camino a casa, para que llame al último número al que yo he llamado desde su móvil para que se haga entender con el chofer rumano que ya no sabe a donde ir y que le diga que me vaya a buscar al nuevo aeropuerto al cual la azafata ha dicho que cree que volamos?

Cuando el avión despegó y dejamos bajo nuestros pies la ciudad de Valencia yo tenía mas claro que el agua que llegase donde llegase allí no habría nadie esperándome. Estaba convencido. Era imposible que después de tanta tontería la cosa fuese a acabar bien. Matemáticamente imposible. ¿Habría entendido mi padre lo que yo le había dicho?, ¿Le habría entendido el chofer de Rumania el ultimísimo cambio de planes?, ¿Iría verdaderamente este avión donde había dicho la azafata?

Que me ponga a narrar ahora qué es lo que hice durante las tres horas de vuelo creo que carece totalmente de relevancia. Supongo que a nadie le interesa a estas alturas de mi verídica narración. Me limitaré a decir que controlé mis ansiadas ganas de tirarme del avión en marcha y que permanecí dentro de la cabina durante todo el tiempo.

Al llegar a Rumania era ya noche cerrada. Rondaban las dos de la madrugada cuando salimos del avión, nos llevaron en autobús al aeropuerto, sacaron las maletas y salí al exterior. Con un cansancio horroroso, con muchas ganas de llorar y una pena inmensa por haber dejado atrás todo lo que tengo y quiero en la vida… apareció mágicamente y sin una sola complicación mas el ansiado y agradable Chofer de la universidad que yo ya conocía y que me esperaba contento con una sonrisa de oreja a oreja dispuesto a llevarme a la residencia donde comenzaría de nuevo mi aventura por estar tierras rumanas.

Unas horas mas tarde yo dormía aturdido en la cama que tanto tiempo había estado esperándome con algo de pena, algo de hambre, algo de nerviosismo y un muchísimo de soledad.

Quieres oirme en la Radio?!!!

Me da un poco de vergüenza, pero bueno, lo pongo como algo curioso.

Confieso que estaba nerviosillo. No todos los días te llaman de la Radio para tocarte las narices de este modo, pero alegaré que no se oía nada y que la entrevistadora era un poco petarda.

http://www.radio.uji.es/emissions02/28_04_09_mon_a_uji.mp3

Animo amigos!